lunes, 22 de diciembre de 2008

La Reconquista II: El inicio


Al invadir los moros la península, ésta cayó rápidamente en sus manos, menos una pequeña área del Norte, un rincón habitado por pueblos muy peculiares. ¿Qué tenían de especial estas pequeñas poblaciones, que lograron contener el arrollador avance musulmán, mientras en ello mismo habían fracasado el enorme imperio bizantino y la monarquía visigótica? Es esta una pregunta muy interesante, y para responderla debemos primero remontarnos a tiempos muy anteriores.

Los orígenes

Al irrumpir los romanos en la península hallaron una variedad de pueblos impresionante. El Sur era habitado por una mezcla de pueblos mediterráneos. Fenicios directamente llegados de Tiro; fenicios nacidos en Cartago; pequeñas colonias griegas en la costa levantina; y los denominados iberos, mezcla extraña de grupos que cruzaron el estrecho de Gibraltar desde tiempos prehistóricos.

El Norte era habitado por pueblos de origen predominantemente céltico, totalmente diferente a los anteriores lingüística, cultural y hasta racialmente.


El Sur de la península fue rápidamente sometido por los romanos, proceso iniciado desde la expulsión de los cartagineses con las Guerras Púnicas. Pero el Norte demostró mucho mayor resistencia. Tomó nada menos que al mismo César Augusto once campañas dominar la mayor parte de la región. Vascones, galaicos, cántabros y sobre todo astures presentaron una resistencia formidable. ¿Cómo olvidar las andanzas de Corocotta y las viciscitudes de su pueblo? Cito a Rafael Manzano: "Las batallas fueron terribles; las noticias que nos suministra Estrabón nos hacen asistir a espantosas escenas; los cántabros, crucificados por los romanos, mueren entonando himnos guerreros. Rehusan las luchas campales, acogiéndose a las guerrillas y los ataques por sorpresa, valiéndose de su conocimiento de la geografía de su terreno. Los romanos, obligados a pelear contra un enemigo invisible y que parece multiplicarse, se fatigan y enervan." Desesperado, César Augusto pone precio a la cabeza de Corocotta: 250,000 sestercios. "Y se produce el caso asombroso de que es el mismo Corocotta el que baja de las montañas y extiende ante Augusto su mano para recoger el premio. Y Augusto se lo otorga, bajo promesa de sumisión a Roma."


Y así contamos con decenas de anécdotas que nos dejan perplejos ante la forma de ser de estos pueblos del Norte de España, belicosísimos por naturaleza, por necesidad y por tradición.


Covadonga

En el 722, tuvo lugar esta célebre batalla, en la cual los montañeses asturianos bajo el mando de Don Pelayo detuvieron a las rampantes hordas islámicas. Según las crónicas de Alfonso III, Pelayo no tenía más de trescientos hombres.
Mientras pasaban los invasores por los desfiladeros que conducen a la gruta en la cual se refugiaban Pelayo y sus montañeses, éstos salieron de improviso arrojando lanzas, saetas y sobre todo piedras, aplastando a los impíos como lo habían hecho con los cartagineses y los romanos varios siglos antes, sólo descendiendo de los picos al final para rematar a los moribundos y para eliminar a los pocos cientos que quedaron en pie.
Más trascendente la batalla por lo que simbolizó que por las bajas islámicas provocadas, es el evento que marca el inicio de la Reconquista, llevado a cabo por los belicosos montañeses y su espléndido rey Pelayo, imbuidos por un espíritu de guerra santa inspirado en su totalidad en la defensa de la Fe. Advertimos cómo tres siglos antes de las cruzadas la lucha entre la Media Luna y la Cruz alcanzaba ya momentos culminantes en España, y este choque de mentalidades forjaría el carácter de esta nación.


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